Homilías






El hijo de José Lc 4 21-30

Pbro. Sergio G. Román
4ª Domingo de Tiempo Ordinario

Al inicio de su vida pública, cuando ya su fama corría por toda Galilea, Jesús va a su pueblo de crianza, Nazaret, para hablar en la sinagoga. ¿Ilusión?, ¿quizás un poco de miedo? Como hijo del hombre, como humano, él podía albergar esos sentimientos al regresar al pueblo que lo vio crecer, en donde vivían sus parientes y amigos, donde era conocido por ser él mismo el carpintero y al mismo tiempo, el hijo del carpintero, el hijo de José.

Jesús amaba a su pueblo, la tierra de su madre, el pueblo que les abrió los brazos cuando regresaron de Egipto, el pueblo de sus “hermanos” los parientes de María con quienes se sentía unido por el cariño que le tenían. Dos de aquellos “hermanos” lo siguieron como apóstoles cuando inició su vida pública.

Jesús ama a su padre adoptivo, José, porque los protegió y cuidó amorosamente en el peligro y en la paz, porque con él aprendió a ser hombre, de él aprendió el amor de su Padre del cielo, de su mano se enseñó a cumplir con su religión y porque de él aprendió un oficio que le permitió mantenerse con dignidad y mantener a su madre cuando faltó san José. El papá de la tierra es imagen del Papá del cielo y, cuando tenemos la bendición de tener un buen papá, se nos hace más fácil conocer y amar al Padre celestial. Cuando gozamos de un papá bueno la simple palabra de “padre” se enriquece y se llena de gratos significados. Qué importante es que nos sintamos orgullosos de aquel a quien llamamos papá aquí en la tierra.

De san José aprendió Jesús lo importante que es comunicarse con el papá. Podemos imaginarnos el ambiente amistoso de aquel taller nazareno en el que padre e hijo pasaban el día y los días trabajando con sus manos e intercambiando continuamente esa charla tan importante en la familia, charla a la que sin duda se agregaban los clientes y los amigos que los visitaban. En la vida de Jesús lo vemos retirarse a un lugar solitario y pasar largo tiempo platicando con su Padre del cielo. ¡Lo aprendió de san José!

Los papás de Jesús contribuyeron mucho en la forma de ser de Jesús, el hijo del hombre, como contribuyen todos los papás y mamás de la tierra cuando educan a sus hijos con amor y los llevan por el buen camino más con el ejemplo que con las palabras. ¿Qué ganan nuestros papás con ser buenos padres? Se ganan el reino de los cielos; pero también se ganan el que sus hijos se sientan orgullosos de la bondad de sus padres. Se ganan el cariño y el respeto de sus hijos.

San José es patrono de la Iglesia Universal, esa familia de los hijos de Dios en esta vida.

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