Mateo González Alonso / Blog: Me lo pregunto
El tiempo
Este año ha coincidido con el Miércoles de
Ceniza, y los más
pesimistas no dejarán de preguntarse si el cambio es posible.
¿Y es que el cambio no puede darse a golpe de calendario o
de Cuaresma? Las resistencia de la edad o de los problemas enquistados en la
familia o con nuestros cercanos son espoleados con el mensaje cuaresmal que
purifica nuestras conciencias para que entre plenamente la luz de la Pascua.
Los textos bíblicos elegidos para la liturgia, formando una unidad con los de
la Semana Santa, son los que más claramente pueden ayudar a hacer ese camino de
purificación interior –la historia de la espiritualidad lo confirma–.
La canción
El pasado Miércoles de Ceniza, hablando del sentido de la
Cuaresma y del propio gesto de la imposición de ceniza con unos adolescentes,
gracias a ellos, descubrí una canción de Juanes que invita al cambio. ‘It’s
time to change, es tiempo de cambiar’, repite en inglés y en castellano el
cantante latino. El título de la canción, ‘Odio por amor’, no deja lugar a
equívocos.
“Trabajamos como dos locomotoras a todo vapor, y olvidamos
que el amor es más fuerte que el dolor”, comienza la primera estrofa. “Los
hermanos ya no se deben pelear, es momento de recapacitar… Es tiempo de saber,
pedir perdón, es tiempo de cambiar, en la mente de todos, el odio por amor”, se
escucha varias veces en el estribillo.
La canción nos deja otros recados, como que “si te pones a
pensar, la libertad no tiene propiedad”; o que “si aprendemos a escuchar,
quizás podamos juntos caminar, de la mano hasta el final, yo aquí y tu allá de
la mano hasta el final”…
Siguiendo la conversación en ese miércoles, todo el mundo
esta de acuerdo en que el cambio era posible, que es cuestión de voluntad.
El mensaje
Casi se puede leer en el mismo tiempo que dura la canción de
Juanes. El Mensaje del papa Francisco para la Cuaresma de 2018 está encabezado
por una curiosa cita bíblica de una de las escenas de la Pasión de Jesús: “Al
crecer la maldad, se enfriará el amor en la mayoría” (Mt 24,12).
En el texto, Francisco toca de nuevo las seducciones de los
“falsos profetas”, como estafadores que “no solo ofrecen cosas sin valor sino
que quitan lo más valioso, como la dignidad, la libertad y la capacidad de
amar” y frente quienes tienen “un corazón frío” –señalando cómo en la ‘Divina
comedia’ el diablo es representado en el infierno sentado en un trono de
hielo–. Este corazón frío es, para Francisco, el que se apega al dinero o el
que envenena la tierra; por ello recoge de ‘Evangelii gaudium’ las “señales más
evidentes” de la falta de amor: “La acedia egoísta, el pesimismo estéril, la
tentación de aislarse y de entablar continuas guerras fratricidas, la
mentalidad mundana que induce a ocuparse sólo de lo aparente, disminuyendo de
este modo el entusiasmo misionero”.
La oración, la limosna y el ayuno son los medios
tradicionales que salen al encuentro del creyente en la Cuaresma. “Si en muchos
corazones a veces da la impresión de que la caridad se ha apagado, en el
corazón de Dios no se apaga. Él siempre nos da una nueva oportunidad para que
podamos empezar a amar de nuevo”, apunta Francisco, mientras convoca un año más
la iniciativa de “24 horas para el Señor”.
El cambio se revela como una cuestión del corazón, sin
límite de edad o de calendario, por mucho que parezca un verso suelto de una
canción pop.
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