Mateo
González Alonso / Me lo pregunto
Los
críticos
Ha
pasado una semana desde que viese la luz la última exhortación apostólica
firmada por el papa Francisco: ‘Gaudete et exsultate’. Un documento de 42
páginas, organizado en 177 puntos distribuidos en cinco capítulos. El tema: la
actualidad de la llamada a la santidad. Hasta aquí no se encuentra ningún
elemento disonante. No es una exhortación que parezca levantar las suspicacias
de canonistas o moralistas por sus innovaciones.
Sin
embargo, las críticas desde el fuego amigo no se han hecho esperar desde el
primer día –aunque puede que sin la virulencia de las que recibió ‘Amoris
Laetitia’–. Es incuestionable que el tema abordado por el pontífice es del todo
legítimo y pertinente. La santidad es uno de los temas clásicos de la historia
de la Iglesia. Para quienes acusan a Bergoglio de echarse en brazos de Lutero,
la santidad como objetivo de la vida cristiana está totalmente dentro de las
insistencias católicas. Frente a los que sospechan del inmanentismo o el uso de
los esquemas del materialismo histórico que calaron en la teología de la
liberación por parte del Papa argentino, la llamada a la perfección como
elemento constituyente de la vocación cristiana nos sitúa desde el principio en
un claro horizonte de trascendencia.
Los
escépticos
A
pesar de que el tema está dentro de la doctrina clásica y el enfoque seguido
por el documento profundiza en el ‘aggiornamento’ del Vaticano II, hay también
quien parece rechazar la exhortación por la ausencia de novedad de lo expuesto.
Minusvalorando la presentación del documento en la Oficina de Prensa del
Vaticano sin ningún capelo cardenalicio a la vista, establecen listas de
escritos del pontífice –incluso en su época bonaerense– o de homilías de San
Marta para presentar el documento como un refrito de textos previos que se
presentan en un compendio carente de toda originalidad.
Sin
entrar en el contenido propiamente dicho, hay quien se queda elementos que no
llegan a ser periféricos como la ausencia de nombramiento de los escritos de
san Josemaría Escrivá o el hecho de que cite a Xavier Zubiri, cuya propuesta
teológica sería demasiado compleja para un Papa tan divulgador y que habla del
“vecino de la puerta de al lado”.
El
análisis de las herejías contemporáneas contra las que advierte el Papa, como
el “pelagianismo” o el “gnosticismo” que pueden estar muy presentes en la vida
de muchos católicos, es una de las partes favoritas de quienes se congratulan
de las declaraciones de eclesiásticos que tildan a Francisco de hereje. Como si
de una infantil rabieta se tratara, se acercan a la exhortación apostólica como
si esta fue un material arrojadizo con el que saldar cuentas pendientes o
vendettas personales con los críticos de siempre.
¡Pues
menos mal que el documento invita a la santidad de vida! Parece un claro
ejemplo del pasaje evangélico de la “paja en el ojo ajeno”.
La
mirada limpia
Sin
embargo, la mayoría de los católicos –y de los medios– se han acercado a la
exhortación y han descubierto un texto estimulante, que ayuda a vencer
resistencias personales e institucionales, que conecta la fuerza de la
misericordia con la vida según las bienaventuranzas, que transforma la
apologética impositiva que dominó un periodo en una renovada propuesta de las
virtudes que necesita el mundo actual, que invita a la alegría y el buen humor
de quien ha tenido una auténtica experiencia de fe y aspira a ser cada día un
poco mejor.
La
oración, la vida en comunidad, la liturgia, el contacto con el Evangelio, la
fuerza de la cruz ante quienes rechazan la fe son, hoy como ayer, los medios de
santificación ordinaria. ‘Gaudete et Exultate’ intenta insuflar el espíritu
necesario para seguir la senda de la santidad.
Una
cita para acabar: “mirar y actuar con misericordia, esto es santidad” (núm.
82). Incluso con los más críticos y escépticos entre las filas eclesiales.
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