Antonio Maza /Signis
Frente a las elecciones de 2018, se ha desarrollado una
generación de candidatos mesiánicos. Y no solo el bautizado por Enrique Krauze,
como el Mesías Tropical (usted sabe quién). Con el debido respeto para Don
Enrique, una de las grandes mentes mexicanas de los siglos XX y XXI, creo que
hay varios mesías más.
Al más alto nivel, tenemos además a un mesías tecnócrata, un
mesías joven, una mesías femenina (no necesariamente feminista) y últimamente
un mesías norteño. Y otros muchos más entre los miles de puestos sujetos a las
elecciones de este año.
Con el debido respeto a cristianos y judíos, reconociendo
que hay muchas fallas en la comparación, veo varios puntos en común entre los
mesías históricos y los actuales: Una fe inquebrantable en su misión y en sus
capacidades. Piden lealtad absoluta y su enseñanza no está a discusión. Tienen
capacidad de hacer milagros y no necesitan explicar cómo los van a hacer. Y, en
muchos casos, ellos son el criterio de lo que es verdadero.
Nuestros candidatos cubren muy bien ese perfil. Ellos tienen
la solución para todos los problemas del País. Nadie más; los otros están equivocados.
Las soluciones dependen, fundamentalmente, de su voluntad. Y, además, son
gratuitas. Ninguno nos dice cuanto costarán sus propuestas. Por supuesto, no
importa cuanto sea el costo, no saldrá de la bolsa de los contribuyentes,
gracias a su honesta y estupenda administración. Sin importar, por supuesto, la
capacidad y honestidad de sus colaboradores. O la falta de ellas.
Yo, como ciudadano, preferiría ver candidatos menos
sobrados, más conscientes de sus limitaciones y que nos digan cuanto costarán sus
magníficas soluciones y cómo se van a pagar. Me encantaría ver candidatos que
reconocieran sus limitaciones y que nos dijeran que, de ser electos, se
asesorarían con los mejores especialistas y expertos en esas materias. Y que
dijeran que se rodearían de ayudantes que los superarían en algunos aspectos.
Siguiendo el criterio de que los dirigentes de primera contratan ayudantes de
primera y que los dirigentes de segunda contratan ayudantes de tercera.
Uno de los grandes estadistas del siglo XX, Wniston Churchill,
cuando asumió el puesto del primer ministro del Imperio Británico en la segunda
guerra mundial, dijo a la ciudadanía: “No tengo más que ofrecer que sangre,
sudor y lágrimas”. Ya parece que nuestros candidatos tendrán el valor y la
confianza en sí mismos para decirnos que nuestro país solo saldrá adelante con
gran esfuerzo, que nos costará a los contribuyentes porque hay daños
importantes y que, desgraciadamente, seguirá habiendo dolor y lágrimas. Porque
no hay un camino gratuito y sin dolor. Pero dudo mucho que nos digan algo así.
Siempre será más fácil jugar al mesías.
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