John L. Allen Jr. / Crux
Now
Desde
el punto de vista creyente, la Semana Santa es un momento para pocas noticias,
puesto que representa el período más sagrado del año. No obstante, desde el
punto de vista de un relaciones públicas, es también una colección de momentos
estrella en el escenario romano, cuando un papa tiene la atención del mundo y,
por tanto, la oportunidad de lanzar mensajes. Sin embargo, el papa Francisco
nunca ha necesitado la ayuda de circuitos de noticias o momentos coreografiados
para llamar la atención, –y todo hay que decirlo a veces despliega una
capacidad asombrosa de eclipsarse a sí mismo cuando esos momentos ruedan–.
Este
año, el Jueves Santo mostró un clásico ejemplo del paso del Papa sobre su
propia historia. La gran noticia se suponía que venía de dos pilares básicos de
la liturgia: la Misa Crismal en la basílica de San Pedro y la Misa de la Última
cena, incluyendo el tradicional lavado de pies, en la prisión más conocida de
Roma: Regina Coeli. En cambio, los vaticanistas estuvieron todo el día hablando
del infierno.
El
frenesí se desató a consecuencia de otra entrevista (quizá papal o quizá no
papal) con el legendario periodista italiano de 93 años Eugenio Scalfari
–autoproclamado no-creyente–, quien ha repetido en sus intercambios con el
Pontífice que él ve a Jesús “como un hombre, nada más que un hombre”. Era el
quinto encuentro entre el Papa y Scalfari, y, como en ocasiones anteriores, el
periodista ni grabó la conversación ni tomó notas. Esto no le impidió publicar
una versión en forma de pregunta-respuesta en La Repubblica, el periódico que
él fundó, dando la impresión de que citaba al Papa literalmente y además,
detenidamente.
Y
también como antes, el Vaticano suavemente (y previsiblemente) se lavó las
manos. El portavoz Greg Burke declaró, el jueves (29 de marzo) a media tarde,
que el texto de Scalfari no era una “transcripción fiel” de las palabras del
Papa. Desde un punto de vista informativo, la parte más explosiva de la
supuesta entrevista vino cuando Scalfari dijo que para el Papa el infierno no
existe, y que las almas pecadoras que no quieren arrepentirse simplemente
desaparecen. El titular estaba servido: “El Papa dice que no existe el
infierno”.
Tres
hechos que explican la situación que raya los límites de lo surreal
Primero:
hay básicamente cero posibilidades de que Francisco realmente dijera eso tal
como lo cita Scalferi, ya que Francisco ha hablado públicamente y varias veces
sobre el tema –de hecho, ha hablado sobre el infierno más que ningún otro Papa
reciente, y nunca ha dejado lugar a dudas que lo ve como una posibilidad real
para el destino eterno–. Durante una de sus misas diarias, en 2016, Francisco
contó la historia de que cuando iba a catequesis de pequeño, oía al cura hablar
del infierno. Los niños no se lo creían, decía, pensando que el cura solo
quería asustarlos. El cura, decía, insistía: “No, es verdad. Si no cuidas tu
corazón para que el Señor esté contigo, y vives lejos de él, existe el peligro
de seguir distanciado de él por toda la eternidad”. Estaba claro que el Papa
aprobaba esta idea. Podríamos recopilar ejemplos, pero no hace falta. (Cómo
entiende uno la naturaleza del infierno y si es legítimo para el Papa esperar
que esté vacío, son cosas diferentes, y los teólogos llevan discutiendo sobre
ello durante siglos). Uno se podría sorprender que nadie en La Repubblica se
parase a pensar si el Papa podía realmente haber dicho semejante cosa, y buscar
confirmación antes de correr a imprimirlo… esto sería así, si no conoces cómo
trabaja el periodismo italiano claro está.
Segundo:
debemos sorprendernos de que, ya que el Papa fue citado diciendo algo que está
claramente distorsionando un tema central de la doctrina católica, y que va en
contra de su pensamiento, ¿por qué el Vaticano no lo negó con más rotundidad?
Bueno, el comunicado de Burke dice que las citas no son fiables, pero no dice
tajantemente: “El papa no dijo eso y no cree en eso”. ¿Por qué no? A un nivel
básico, probablemente el Vaticano no quiere pasar por el embarazoso espectáculo
de lanzar una declaración que sería más o menos: “Solo para confirmar, el Papa
cree en el infierno”. Las mofas y los tweets sarcásticos que esto hubiera
provocado, no son muy agradables, por lo menos si formas parte del equipo de
comunicación del Vaticano. Pero también hay una dimensión personal tras esta
tímida reacción. Recuerdo que le pregunté a un cardenal cercano a Francisco
sobre la primera “entrevista” de Scalfari en 2013, cuyo titular fue que
Francisco negaba que Dios fuera católico, por qué el Vaticano no había
respondido con más contundencia. El cardenal me dijo que lo mismo le había
preguntado a Francisco y que la respuesta había sido: “Bueno, ya sabes que él
(Scalfari) es muy mayor… y tenemos que ser amables con él”, lo cual es
coherente con sus ruegos de ser respetuosos y cariñosos con los mayores. El
equipo de Francisco, percatándose de sus preferencias, parece haber captado el
mensaje de que en lo que respecta a Scalfari, los guantes de seda se quedan
puestos. También merece la pena recordar que en 2015, cuando Sacalfari dijo que
Francisco había dicho que “todos los divorciados y vueltos a casar que lo
pidan, serán readmitidos” a la comunión, el entonces portavoz, Federico
Lombardi, añadió una expresiva nota a la negación oficial. Aquellos que “han
seguido los acontecimientos precedentes y trabajan en Italia”, dijo, “conocen
cómo trabaja Scalfari y conocen estas cosas bien”.
Tercero,
la pregunta crucial es por qué Francisco sigue poniéndose en estas situaciones.
No hay una ley que diga que tiene que hablar con Scalfari, y si incluso quiere
seguir haciéndolo, podrían no publicar nada tras la conversación. El Papa tiene
a mucha gente en Santa Marta y nadie sale corriendo a imprimir una pretendida
conversación con él… Aún más, Francisco debe saber que para mucha gente que
pasa por esta historia y no conoce ni el fondo, ni las personalidades, ni el
contexto, la impresión que se llevan es que tal vez los católicos ya no creen
en el infierno. Independientemente de lo que él pueda pensar sobre las
consecuencias de esto, también debe saber que muchos entre su rebaño se
sentirán ofendidos, y exacerbará lo que a veces es un ambiente interno que es,
ya de por sí, tenso. Especialmente tras el asunto ‘Lettergate’, un intento
chapucero del Vaticano de suprimir parte del contenido de una carta de
Benedicto XVI, este episodio solo puede causar más dolores de cabeza… que nadie
necesita. Sin especular demasiado sobre los motivos particulares del Papa, lo
que parece claro es que Francisco está menos preocupado por la precisión que
por el diálogo, y parece que cree que aunque sea mal citado –o si permite que
la doctrina resbale, dando una impresión errónea de lo que piensa realmente–,
merece la pena por conversar con Scalfari y el mundo cultural que éste
representa.
En
resumen, este sería el modelo de diálogo de Francisco: primero amistad, luego
claridad. Esta opción, obviamente, tiene un inconveniente, y no es del gusto de
todos. Sin duda, los expertos discutirán mucho sobre si Francisco debe hacer
cosas como estas –si abre puertas o reduce prejuicios, que es lo que él cree y
lo que Scalfari insiste que hace– o simplemente suelta el caos y crea
distracciones innecesarias, que es lo que los críticos ven como consecuencias
inevitables.
Mientras
el debate sigue, aquí una propina: la próxima vez que oigan algo sobre una
entrevista papal “bomba”, hagan una búsqueda en internet con la palabra
“Scalfari”. Si salta, sabrán que la historia no acabará hasta que oigamos el
intento –con guantes de seda– de negar la historia, sin negar al hombre que
está detrás de ella.
No hay comentarios:
Publicar un comentario