Cruz
en medio del mundo
“No
es de esperar aquí un tratado sobre la santidad, con tantas definiciones y
distinciones que podrían enriquecer este importante tema, o con análisis que
podrían hacerse acerca de los medios de santificación. Mi humilde objetivo es
hacer resonar una vez más el llamado a la santidad, procurando encarnarlo en el
contexto actual, con sus riesgos, desafíos y oportunidades”. El papa Francisco
hace esta aclaración antes de entrar en materia. Vida Nueva te acerca aquí las
20 frases imprescindibles de la nueva exhortación apostólica ‘Gaudete et
exsultate’ sobre la llamada a la santidad en el mundo actual.
1.
Santos “de clase media”
“Me
gusta ver la santidad en el pueblo de Dios paciente: a los padres que crían con
tanto amor a sus hijos, en esos hombres y mujeres que trabajan para llevar el
pan a su casa, en los enfermos, en las religiosas ancianas que siguen
sonriendo. En esta constancia para seguir adelante día a día, veo la santidad
de la Iglesia militante. Esa es muchas veces la santidad ‘de la puerta de al
lado’, de aquellos que viven cerca de nosotros y son un reflejo de la presencia
de Dios, o, para usar otra expresión, ‘la clase media de la santidad'”.
2.
La santidad tiene nombre de mujer “desconocida”
“Dentro
de las formas variadas, quiero destacar que el ‘genio femenino’ también se
manifiesta en estilos femeninos de santidad, indispensables para reflejar la
santidad de Dios en este mundo. Precisamente, aun en épocas en que las mujeres
fueron más relegadas, el Espíritu Santo suscitó santas cuya fascinación provocó
nuevos dinamismos espirituales e importantes reformas en la Iglesia. (…). Pero
me interesa recordar a tantas mujeres desconocidas u olvidadas quienes, cada
una a su modo, han sostenido y transformado familias y comunidades con la
potencia de su testimonio”.
3.
¿Estás casado? Sé santo
“Para
ser santos no es necesario ser obispos, sacerdotes, religiosas o religiosos.
Muchas veces tenemos la tentación de pensar que la santidad está reservada solo
a quienes tienen la posibilidad de tomar distancia de las ocupaciones
ordinarias, para dedicar mucho tiempo a la oración. No es así. Todos estamos
llamados a ser santos viviendo con amor y ofreciendo el propio testimonio en
las ocupaciones de cada día, allí donde cada uno se encuentra. ¿Eres consagrada
o consagrado? Sé santo viviendo con alegría tu entrega. ¿Estás casado? Sé santo
amando y ocupándote de tu marido o de tu esposa, como Cristo lo hizo con la
Iglesia. ¿Eres un trabajador? Sé santo cumpliendo con honradez y competencia tu
trabajo al servicio de los hermanos. ¿Eres padre, abuela o abuelo? Sé santo
enseñando con paciencia a los niños a seguir a Jesús. ¿Tienes autoridad? Sé
santo luchando por el bien común y renunciando a tus intereses personales”.
4.
La santidad de los pequeños gestos
“Esta
santidad a la que el Señor te llama irá creciendo con pequeños gestos. Por ejemplo:
una señora va al mercado a hacer las compras, encuentra a una vecina y comienza
a hablar, y vienen las críticas. Pero esta mujer dice en su interior: ‘No, no
hablaré mal de nadie’. Este es un paso en la santidad. Luego, en casa, su hijo
le pide conversar acerca de sus fantasías, y aunque esté cansada se sienta a su
lado y escucha con paciencia y afecto. Esa es otra ofrenda que santifica. Luego
vive un momento de angustia, pero recuerda el amor de la Virgen María, toma el
rosario y reza con fe. Ese es otro camino de santidad. Luego va por la calle,
encuentra a un pobre y se detiene a conversar con él con cariño. Ese es otro
paso”.
5.
Los santos no son perfectos
“Para
reconocer cuál es esa palabra que el Señor quiere decir a través de un santo,
no conviene entretenerse en los detalles, porque allí también puede haber
errores y caídas. No todo lo que dice un santo es plenamente fiel al Evangelio,
no todo lo que hace es auténtico o perfecto. Lo que hay que contemplar es el
conjunto de su vida, su camino entero de santificación, esa figura que refleja
algo de Jesucristo y que resulta cuando uno logra componer el sentido de la
totalidad de su persona”.
6.
Los escalones de la oración y la misión
“Nos
hace falta un espíritu de santidad que impregne tanto la soledad como el
servicio, tanto la intimidad como la tarea evangelizadora, de manera que cada
instante sea expresión de amor entregado bajo la mirada del Señor. De este
modo, todos los momentos serán escalones en nuestro camino de santificación”.
7.
El gnosticismo como enemigo de la santidad
“Cuando
alguien tiene respuestas a todas las preguntas, demuestra que no está en un
sano camino y es posible que sea un falso profeta, que usa la religión en
beneficio propio, al servicio de sus elucubraciones psicológicas y mentales
(…). Con frecuencia se produce una peligrosa confusión: creer que porque
sabemos algo o podemos explicarlo con una determinada lógica, ya somos santos,
perfectos, mejores que la «masa ignorante”.
8.
La tentación del pelagianismo
“Muchas
veces, en contra del impulso del Espíritu, la vida de la Iglesia se convierte
en una pieza de museo o en una posesión de pocos. Esto ocurre cuando algunos
grupos cristianos dan excesiva importancia al cumplimiento de determinadas
normas propias, costumbres o estilos. De esa manera, se suele reducir y
encorsetar el Evangelio, quitándole su sencillez cautivante y su sal. Es quizás
una forma sutil de pelagianismo, porque parece someter la vida de la gracia a
unas estructuras humanas”.
9.
Las bienaventuranzas, el carnet del cristiano
“Jesús
explicó con toda sencillez qué es ser santos, y lo hizo cuando nos dejó las
bienaventuranzas (cf. Mt 5,3-12; Lc 6,20-23). Son como el carnet de identidad
del cristiano. Así, si alguno de nosotros se plantea la pregunta: ‘¿Cómo se
hace para llegar a ser un buen cristiano?’, la respuesta es sencilla: es
necesario hacer, cada uno a su modo, lo que dice Jesús en el sermón de las
bienaventuranzas”.
10.
Reconocer la dignidad del otro
“Cuando
encuentro a una persona durmiendo a la intemperie, en una noche fría, puedo
sentir que ese bulto es un imprevisto que me interrumpe, un delincuente ocioso,
un estorbo en mi camino, un aguijón molesto para mi conciencia, un problema que
deben resolver los políticos, y quizá hasta una basura que ensucia el espacio
público. O puedo reaccionar desde la fe y la caridad, y reconocer en él a un
ser humano con mi misma dignidad, a una creatura infinitamente amada por el
Padre, a una imagen de Dios, a un hermano redimido por Jesucristo. ¡Eso es ser
cristianos! ¿O acaso puede entenderse la santidad al margen de este
reconocimiento vivo de la dignidad de todo ser humano?”.
11.
El concepto de defensa de la vida
“Suele
escucharse que, frente al relativismo y a los límites del mundo actual, sería
un asunto menor la situación de los migrantes, por ejemplo. Algunos católicos
afirman que es un tema secundario al lado de los temas ‘serios’ de la bioética.
Que diga algo así un político preocupado por sus éxitos se puede comprender;
pero no un cristiano, a quien solo le cabe la actitud de ponerse en los zapatos
de ese hermano que arriesga su vida para dar un futuro a sus hijos”.
12.
El culto que más agrada
“La
oración es preciosa si alimenta una entrega cotidiana de amor. Nuestro culto
agrada a Dios cuando allí llevamos los intentos de vivir con generosidad y
cuando dejamos que el don de Dios que recibimos en él se manifieste en la
entrega a los hermanos”.
13.
No difamarás en redes sociales
“Los
cristianos pueden formar parte de redes de violencia verbal a través de internet
y de los diversos foros o espacios de intercambio digital. Aun en medios
católicos se pueden perder los límites, se suelen naturalizar la difamación y
la calumnia, y parece quedar fuera toda ética y respeto por la fama ajena. Así
se produce un peligroso dualismo, porque en estas redes se dicen cosas que no
serían tolerables en la vida pública, y se busca compensar las propias
insatisfacciones descargando con furia los deseos de venganza”.
14.
Evitar la violencia verbal
“El
santo no gasta sus energías lamentando los errores ajenos, es capaz de hacer
silencio ante los defectos de sus hermanos y evita la violencia verbal que
arrasa y maltrata, porque no se cree digno de ser duro con los demás, sino que
los considera como superiores a uno mismo”.
15.
La humildad como camino
“La
humildad solamente puede arraigarse en el corazón a través de las
humillaciones. Sin ellas no hay humildad ni santidad. (…)No digo que la
humillación sea algo agradable, porque eso sería masoquismo, sino que se trata
de un camino para imitar a Jesús y crecer en la unión con él”.
16.
El buen humor, imprescindible
“El
santo es capaz de vivir con alegría y sentido del humor. Sin perder el
realismo, ilumina a los demás con un espíritu positivo y esperanzado. Ser
cristianos es ‘gozo en el Espíritu Santo’ (…). El mal humor no es signo de
santidad”.
17.
Llamada a la audacia
“Dios
siempre es novedad, que nos empuja a partir una y otra vez y a desplazarnos
para ir más allá de lo conocido, hacia las periferias y las fronteras. Nos
lleva allí donde está la humanidad más herida y donde los seres humanos, por
debajo de la apariencia de la superficialidad y el conformismo, siguen buscando
la respuesta a la pregunta por el sentido de la vida. ¡Dios no tiene miedo! ¡No
tiene miedo! Él va siempre más allá de nuestros esquemas y no le teme a las
periferias. Él mismo se hizo periferia (…). La Iglesia no necesita tantos
burócratas y funcionarios, sino misioneros apasionados, devorados por el
entusiasmo de comunicar la verdadera vida. Los santos sorprenden, desinstalan,
porque sus vidas nos invitan a salir de la mediocridad tranquila y
anestesiante”.
18.
En comunidad
“La
comunidad que preserva los pequeños detalles del amor, donde los miembros se
cuidan unos a otros y constituyen un espacio abierto y evangelizador, es lugar
de la presencia del Resucitado que la va santificando según el proyecto del
Padre”.
19.
Combate contra “el Malo”
“La
vida cristiana es un combate permanente. Se requieren fuerza y valentía para
resistir las tentaciones del diablo y anunciar el Evangelio. Esta lucha es muy
bella, porque nos permite celebrar cada vez que el Señor vence en nuestra
vida”.
20.
El discernimiento como vía
“Cuando
escrutamos ante Dios los caminos de la vida, no hay espacios que queden
excluidos (…).El discernimiento no es un autoanálisis ensimismado, una
introspección egoísta, sino una verdadera salida de nosotros mismos hacia el
misterio de Dios, que nos ayuda a vivir la misión a la cual nos ha llamado para
el bien de los hermanos”.
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