John L. Allen Jr. / Crux Now
No hace falta ser Nostradamus para aventurar que algunas
narices católicas se han retorcido al ver el despliegue de la noche de los
Oscars de la Moda, la Gala MET de Nueva York. Pero la gala puede representar
para la Iglesia mucho más que una ocasión para ofenderse. Puede ser un momento
de educación masiva, y todo, gratis.
Moda y religión, un maridaje celestial
El título de este año es ‘Cuerpos celestiales: la moda y la
imaginería católica’. Despega con una exposición de mayo a octubre en el Museo
Metropolitano de la Quinta Avenida. Las piezas centrales de la exposición son
vestimentas papales, mitras, tiaras y otros accesorios de la sacristía de la
Capilla Sixtina, muchas de los cuales no se habían visto nunca antes fuera del
Vaticano. La tradición de este evento, dirigido a la élite de la moda, es que
los invitados vistan de manera que reflejen el tema.
No obstante, hay cierto potencial catequético en ello, y así
me lo explicó mi compañera de Crux Claire Giangrave, que está en Nueva York
para el evento, junto con nuestro corresponsal Chris White. Giangrave sigue de
cerca el mundo de la moda y lo que me dijo es que la Gala MET establece las
trayectorias culturales influyentes del año, que son las que afectan más directamente
a la gente joven.
Durante los próximos días, me dijo, la juventud interesada
en la moda va a estar subiendo imágenes en Instagram y estas serán de cruces,
del Sagrado Corazón, iconos bizantinos y similar, y los van a encontrar en
marcas de moda global famosas como Versace o Dolce&Gabbana. La imaginería
católica va a estar delante de sus ojos, no por una evangelización formal, sino
gracias a unos diseñadores –mayoritariamente laicos– que chocan de manera
impredecible con el legado católico.
Se presentan muchas posibilidades para aprovecharse de todo
esto
Imagine los debates en la clase de Religión de un colegio
católico esta semana, por ejemplo, basándose en las imágenes de la Gala,
explicándoles lo que esas imágenes realmente significan y de dónde han salido.
Normalmente, intentar enseñar a un adolescente lo que sea sobre iconografía
medieval se haría muy cuesta arriba, pero muéstrales esas mismas imágenes de
Rihanna y tendrás su atención.
En las universidades católicas, puede haber posibilidades
creativas de retroalimentación entre teología y programas de diseño, utilizando
las nuevas líneas enraizadas en el simbolismo religioso como base de la
reflexión. Incluso algún editor creativo o movimiento preparando materiales
guía para padres, que puedan usar con sus hijos sobre las imágenes que verán
flotando en el éter cultural.
¿Por qué estas cosas importan?
La repuesta, más allá de la pura curiosidad, es la
imaginería católica. Está enraizada en el instinto sacramental de que las
realidades visibles pueden ser signos de movimientos internos de gracia.
Alcanzamos lo supernatural a través de lo natural, lo invisible a través de lo
cual podemos ver y tocar. La moda, en ese sentido, puede ser una especie de
sacramento en tela y color, evocando respuestas que conmuevan al corazón.
La gente joven no usará ese lenguaje teológico para
describirlo, pero pueden llevar ese instinto en la sangre. Lo importante es que
mientras la Gala puede generar cierto resquemor –y algunas de las reacciones
pueden estar justificadas– también sirve como una inmensa oportunidad.
En el pasado, sabemos lo que ha pasado cuando la Iglesia
deja de aprovechar una oportunidad que le da la cultura. El catolicismo fue
lento en asimilar la prensa escrita, y en parte por ello, perdió media Europa a
favor de Lutero. También hemos visto lo que puede pasar cuando la Iglesia
aprovecha el momento, como el apabullante éxito del arzobispo Fulton Sheen en
la televisión allá por los años 50.
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