viernes, 11 de mayo de 2018

Entrevista al P. Pedro Jaramillo sobre la importancia de espiritualidad sacerdotal


Vida Nueva Digital 
El P. Pedro Jaramillo es autor del libro Queridos Sacerdotes. Claves y propuestas para vivir la espiritualidad sacerdotal. De origen español, actualmente es el Vicario de Pastoral de la Arquidiócesis de Guatemala. Les dejamos la entrevista completa que concedió a Vida Nueva. 

1. ¿Cómo surge la idea de escribir el libro “Claves y propuestas para vivir la espiritualidad sacerdotal? ¿Qué lo motivó?

La idea de poner en libro una cantidad mucho más grande de palabra – entrañable y exigente - del Papa a los sacerdotes, no fue mía. Fue de PPC-España. Desde el mero inicio del pontificado de Francisco yo iba recogiendo y ordenando todas estas palabras para mi reflexión personal y para los muchos compromisos pastorales que tengo aún con sacerdotes (Ejercicios Espirituales, charlas, jornadas…). Puedo decir que en mi ya larga trayectoria sacerdotal, nunca he dicho “no” a cualquier tipo de requerimiento para compartir con hermanos sacerdotes en cualquier lugar del mundo. Esta tarea, que no es de ahora, sino que viene de largo: del ambiente de renovación sacerdotal que se dio en España en torno a Pastores Dabo Vobis (PDV) – antes y después de su publicación, hizo que muchos sacerdotes -jóvenes entonces – nos entusiasmáramos con aquellos horizontes de “vida y ministerio” que se abrían. Alfonso Crespo -que hace la presentación del libro- fue uno de ellos (y en muchas ocasiones fuimos “compañeros de fatigas) Y, por pertenecer al mismo presbiterio de Ciudad Real.- España, tengo que recordar el trabajo impresionante en esta línea sacerdotal de Lorenzo Trujillo. Al ser de la misma diócesis y “empeñados” ambos en esta tarea sacerdotal (él como Rector del Seminario y yo como Delegado para el Clero en mi condición de Vicario general), cuando nos llamaban de fuera hasta nos confundían – por aquello de la rima nuestros apellidos: preguntaban algunos por Lorenzo Jaramillo y otros por Pedro Trujillo. Trabajamos muy estrechamente unidos esta línea sacerdotal.
Esto para decirles que nunca pensé escribir este libro. Que eran simplemente mis anotaciones personales para mí y para mi tarea con sacerdotes (los Ejercicios Espirituales  - tantos como había ya dado – los vuelco ahora en los “odres nuevos” que el Papa nos ofrece). Por la amistad que me une a responsables de PPC – tanto en España como en México – ellos llegaron a conocer este trabajo de uso personal y pensaron que sería interesante incorporarlo a la colección que ya había iniciado PPC con la enseñanza del Papa a grupos concretos, con el mismo formato y título de todos ellos: “Queridos……” (en este caso, los queridos, son los sacerdotes).

2. A grandes rasgos, ¿cómo está estructurado el libro?
Si miran la página 2 del libro, verán “el equipo” de personas que han preparado este resultado final. Yo solamente les ofrecí mi trabajo, que había consistido – y que todavía consiste, porque no he dejado de seguir sumando más palabra del Papa sobre el tema – en agrupar las enseñanzas del Papa por temas (no es fácil, porque, tantas veces en un mismo tema – con la espontaneidad que le caracteriza – Francisco introduce otros y muy variados aportes - ), y darles una especie de engarce “narrativo”. El material era más abundante y fue el mismo equipo responsable el que hizo la selección.
Los temas aparecen por orden alfabético (poniendo a pie de página de conde están tomados) y – desde ahí desaparece ya mi trabajo personal y sigue el del equipo de PPC – se presentan unas PROPUESTAS DE TRABAJO con un primer esquema del tema, para retenerlo “De un vistazo”, pasando luego a trabajarlo “personalmente” y “en equipo” (para ambas cosas hay ayudas), terminando con la oración y celebración desde el tema. Se convierte así en un instrumento práctico para cada sacerdote personalmente y para tantos y tan hermosos encuentros en los que la fraternidad sacerdotal está llamada a robustecerse y a hacerse humana y sacerdotalmente “más densa”. Los encuentros de sacerdotes, alegres y festivos por el mismo hecho de encontrarse, no pueden perder nunca la “densidad” de quienes se encuentran como amigos y como hermanos, sacramentalmente unidos en la misma unción y en la misma tarea misionera. No somos simples “camaradas”; estamos sacramentalmente “atados” unos a otros por el mismo sacramento del Orden.

3. ¿Cuánto tiempo le llevó escribir este libro y cuál es la metodología que siguió?
Nunca “me puse a escribir este libro”. Forma parte de un trabajo más amplio. Como decía, desde el principio del pontificado del Papa Francisco, me impresionó su manera de hacer y de hablar. Su comunicación que tanto tiene que ver con la comunicación “bíblica”, aquella revelación que se realizó – nos recuerda Dei Verbum – con palabras y hechos – verbis et gestis – íntimamente relacionados: los “gestos” (en el sentido de Dei Verbum, no de los gestos teatrales) confirman las palabras y las palabras explican los hechos. Digo que me impresionó – por mi formación biblica – ver que, con este estilo, se realizaba de manera tan cercana algo tan antiguo como la misma comunicación de Dios… Y me decidí a seguir muy de cerca todo ese “especial” magisterio “franciscano”. Me bajaba de la Web oficial del Vaticano tolo lo que el Papa decía… Fruto primero de aquel deseo de “meterme” en la mente y el corazón de Francisco fueron tres publicaciones “ad usum privatum”, tituladas las tres: “A la Zaga de Francisco”, y enumeradas (1,2 y3), cuyo objetivo era llamar la atención d el agente a lo “nuevo que estaba ocurriendo” y que teníamos el peligro de “no notarlo”. Los temas eran variadísimos como variados son los temas que aborda el Papa en la cantidad tan impresionante de encuentros con todo tipo de gente. Ahí estaban también los SACERDOTES, con abundantísimas y muy exigentes palabras para ellos. Y, por eso, era uno de los ítems que más “engrosaba”. Como la decía la publicación de “Queridos sacerdotes” no recoge todo.

4. ¿A quién va dirigido el libro y cómo se ha distribuido hasta el momento?
Es obvio a quiénes va dirigido: a los sacerdotes. Necesitamos “refrescar” nuestra identidad y misión. El Papa está introduciendo a toda la Iglesia en una verdadera reforma. Si los sacerdotes “no nos subimos al carro” de esa impresionante tarea que el Papa se ha propuesto – la elección de su nombre ya sonaba a “reforma” -, si lo dejamos solo, vamos a incurrir en una “histórica falta de responsabilidad eclesial”. La reforma de Francisco – como todas las grandes reformas en la Iglesia – tiene un componente de reforma “personal” impresionante. El Papa está convencido de que sin esa conversión personal, no será posible la “conversión pastoral” que quedaría reducida así a un simple “cambio de decoración pastoral”. Pero, también a los sacerdotes nos cuesta la conversión personal: “reformar lo deformado”, tal como el Papa pedía a la Curia romana, es rodo un reto. No nos es fácil a los sacerdotes reconocer “lo deformado” de nuestra vida y ministerio. La conversión personal hay que pedirla como gracia.

5. ¿Por qué es importante en la actualidad que los sacerdotes tengan un acompañamiento espiritual profundo?
El “acompañamiento”, en general, es uno de los temas preferidos por el Papa. Ya en Evangelii Gaudium dio mucha importancia a los procesos de acompañamiento personal. Los sacerdotes tenemos el peligro de ser acompañantes, pero sin dejarnos acompañar nosotros mismos. Y eso no vale. Necesitamos ser acompañados: poner nuestra vida y ministerio, con sinceridad, valentía y humildad – tal y como esa vida está -ante algún sacerdote experimentado y sabio, pare evitar el peligro de “engañarnos a nosotros mismos”. Tenemos el peligro – consciente o inconscientemente – de decirnos a nosotros mismos: “todo marcha bien”. A veces, es verdad que “todo marcha bien”, pero “por reducción”: si reducimos el ministerio a la celebración de los sacramentos y, además, a una celebración más bien funcional – como funcionarios de lo sagrado – que personalmente comprometida – con implicación en los misterios que celebramos -, entonces uno puede tener la conciencia de que “todo marcha bien”… Pero, ahí es donde el Papa (lo mismo que hacía Jeremías con el pueblo de Israel, satisfecho de sí mismo  “por reducción”), no dice a los sacerdotes: “… y no marchaba bien”. El paso de una pastoral deductiva a una pastoral inductiva, la que parte de la realidad de la gente, requiere sacerdotes que sepan vivir a ritmo de pueblo, especialmente de pueblo sufriente… Todo un  desafío para recrear un nuevo estilo de sacerdote que pase de la conciencia y práctica de la “segregación” a una conciencia de su identidad en y desde el “arraigo” con la gente desde la “caridad pastoral”. Justamente porque el reto es mayor, se hace más urgente un acompañamiento espiritual de hondura, para poder adentrarse en la oscuridad sin  perder la capacidad de alumbrar.

6. Continuamente los sacerdotes tienen reuniones vicariales o decanales, ¿puede sugerirnos algunas líneas a tomar en cuenta en estos encuentros que favorezcan la espiritualidad del clero?
Gracias a Dios, los “encuentros” de los sacerdotes se han multiplicado. La facilidad de encontrarse es hoy mayor que en épocas anteriores. Pero es preciso desarrollar también en los sacerdotes la “cultura del encuentro”. Encontrarse no es simplemente “juntarse”. Para juntarse basta con la presencia; para el encuentro necesitamos la “inter-actuación”. El peligro es reducir los encuentros a “reuniones de empresa”. Hay muchos encuentros “funcionales” y pocos “espirituales”. Casi se ha hecho una rutina el rezo que no falta en cualquier tipo de encuentro, pero que se limita a ese: a un simple rezo. Nos haría más falta entrenarnos en el ejercicio de la “revisión de vida”, para unir “vida y ministerio” de tal modo que pudiéramos vivir lo específico de nuestra espiritualidad sacerdotal que es justamente alimentar la vida interior desde y no al margen del ministerio, del “amoris officium” (servicio de amor) que realizamos. Siendo el eje de nuestra espiritualidad la “caridad pastoral”, el alimento de la misma en el “encuentro” con los hermanos es imprescindible para que el trabajo pastoral proceda realmente de la unción y no se quede en la mera función.
Los encuentros sacerdotales no deberían ser una simple yuxtaposición de la oración (a veces, puramente formal) y la acción (que planeamos, revisamos, evaluamos, proponemos)…; todos ellos debieran ser, más bien, como una experiencia honda de nuestro ser contemplativos en la acción “pastoral”. Contemplación y acción para ser el mejor reflejo del Buen Pastor. En este sentido, la mirada a la acción desde la “pastoralidad” de Jesús es la mejor garantía de que nuestras reuniones son verdaderos “encuentros” y no simplemente formalidades que tenemos que cumplir para salir al paso funcionalmente de la complejidad de la acción de la Iglesia, tratada, a veces, más como organización que como presencia continuada de Jesús. Los encuentros de sacerdotes se han de distinguir por su densidad humana, pastoral y espiritual y están llamados a reforzar la comunión sacramental, que se quedaría solamente en el “deber ser”, si realmente no lo “es” en el “estar los hermanos unidos”, incluso en un mismo lugar, como los estuvieron los Apóstoles… Entonces, sí que desciende el Espíritu. Y Jesús está en medio de ellos no como mera figura de recuerdo, sino como

7. En la Arquidiócesis de México el Card. Aguiar busca implementar las llamadas Unidades Pastorales que contempla el Derecho Canónico, que entre otras cosas contempla la vida comunitaria de los sacerdotes a fin de que estos se acompañen permanentemente y promuevan su espiritualidad. ¿Cree que sea una buena opción en estos tiempos? ¿Por qué?
Cuando una cosa la hacemos “obligados”, pero es buena, solemos decir que “de la necesidad se hace virtud”. Y un poco de eso nos ha pasado con las Unidades Pastorales. A veces, se recurre a ellas para paliar de algún modo la escasez de sacerdotes, y poder atender así, “en equipo”, Unidades Pastorales conformadas por diferentes parroquias, ahorrando así sacerdotes. Hay que decir, ante todo, que esta forma de atención pastoral está prevista en el canon 517 § 1 del vigente Código: «Cuando así lo exijan las circunstancias, la cura pastoral de una o más parroquias a la vez puede encomendarse solidariamente a varios sacerdotes, con tal que uno de ellos sea el director de la cura pastoral, que dirija la actividad conjunta y responda de ella ante el Obispo». A no ser que se supriman las parroquias y se constituya una sola del conjunto de las atendidas solidariamente por un equipo de sacerdotes, el “in solidum” se refiere al equipo de sacerdotes que las atienden y no a las parroquias atendidas. No sé cómo lo estarán haciendo concretamente en Máxico, pero, por lo que se refiere a la “solidaridad” del equipo sacerdotal que atiende a las Unidades Pastorales, sí hay que decir que es una oportunidad única para vivir en la práctica la fraternidad sacerdotal. Todos tenemos en mente la figura fuerte, forjada, estable, bueno… del párroco ya entrado en años, pero que ha vivido su ministerio, en  ocasiones, como un “llanero solitario”.
La figura del equipo presbiteral “in solidum” para una Unidad Pastoral está llamada a romper definitivamente esa figura, propiciando el “cierto estilo de vida en común” que ya auspiciaba para los sacerdotes el Vaticano II (Presbyterorum Ordinis). La dimensión comunitaria del ministerio del Orden queda así más claramente expresada. Y da la posibilidad real de que sea sinceramente vivida. Las condiciones objetivas para un fortalecimiento de la vida espiritual del sacerdote están dadas y hay que aprovecharlas. Otra cosa es que subjetivamente cada uno de los sacerdotes que conforman el equipo “in solidum” se las apropie. Sin duda que el Cardenal Aguiar tendrá previsto hacer frente no sólo la dimensión administrativa de la decisión pastoral tomada, sino también a la preparación espiritual de los sacerdotes, para que descubran en esta nueva situación una “ocasión de oro” para la vivencia de la comunión sacerdotal y de la fraternidad presbiteral que derivan del mismo sacramento del Orden. Los antiguos decían de “la vida en común” que era la máxima disciplina. El reto de los equipos sacerdotales “in solidum” es hacer de ella una fuente de gozo, para que ellos y sus feligreses puedan cantar con el salmo: “qué bueno y hermoso es que los hermanos vivan unidos” (Sal 133,1).

8. ¿Cuáles son las necesidades más apremiantes (urgentes) que la Iglesia debe atender en el acompañamiento espiritual al presbiterio?
Un buen acompañamiento de los presbíteros debe alcanzar no sólo al ministerio, sino también, y principalmente, a la vida. Vida y ministerio son dos dimensiones que no se pueden separar: el presbítero tiene un carisma de totalidad (que no quiere decir que tenga la totalidad de los carismas). Es una totalidad que le impide “lotificar” su interioridad, quedán-dose con lotes para su propia vida privada. El afán de “privacidad descomprometida” minis-terialmente es el inicio seguro de la “mundanidad espiritual” de la “funcionalización” del minis-terio, de las que tanto habla el Papa, a quien le asusta el sacerdote funcionario. La alerta es importante. Un sacerdote condiocesano allá por los años 70, se había puesto como lema para su vida sacerdotal: “expropiado para utilidad pública”, ése es el carisma de totalidad: la propiedad sobre ti, la pasas a Jesús y a la gente. Es todo lo contrario a la autorreferenciali-dad que es “la madre” de todas las tentaciones de fuerte cuño cultural, que acorralan la vida de un presbítero.  Llegar a esta “expropiación” requiere la con-formación humana y creyente de quien opta por “realizarse en la entrega” en medio de una autorreferencialidad tan salvaje, como lo expresa la afirmación que para algunos es modo de vida: “el único amor que verda-dero es el amor propio”.
Es preciso que el acompañamiento acuñe en la vida del presbítero el intenso deseo de la “imitación de Cristo”. Y, en concreto, de Jesús, Buen Pastor, dispuesto a dar la vida por las ovejas. Un presbítero que sepa entender su “autoridad”, desde la cruz: una autoridad para servir y no a servirse de la gente. Un presbítero que no se encandile con la dimensión sacerdotal de su ministerio y descuide la dimensión profética y pastoral. Un presbítero que no se “atrinchere” en el templo, olvidándose que, a ejemplo de Jesús, debe comenzar su pastoral desde las periferias. Un presbítero a quien nunca se le ocurra decir: “la Iglesia soy yo” y considere a los laicos y laicas como a sus útiles mandaderos. Un presbítero que no se ponga la coraza de una formación rígida y legalista que le lleva a pensar que está tratan-do de manejar robots y no de atender a personas que llegan hasta él “con  todo y su vida a cuestas”. Un presbítero que, a imitación de Jesús, haga de la misericordia el corazón mis-mo de toda su vida y ministerio.
Es curioso: en los tiempos en que todo estaba claro para el sacerdote y sabía per-fectamente qué y cómo hacer en su vida y ministerio, a ninguno le faltaba el director espiri-tual. Y, ahora que cada día está llamado a “inventar” su propia vida en la salida misionera y samaritana, como que se las sabe todas y no cree necesitar de nadie que le acompañe. Cuando el Espíritu como que hablaba en directo, no faltaba el director espiritual; ahora, que hay que saber descubrirlo en la espesura de la vida, como que uno se vale por sí mismo. A más necesidad de discernimiento, más necesidad de con-frontar, de poner “frente a”, como cuando Pablo subió a Jerusalén para con.frontar con los Apóstoles, por si  estaba corriendo en vano. Interesante: no por si estaba corriendo”, sino “por si lo hacía en vano”. La vida y ministerio del presbítero no se puede juzgar, hoy, por lo que se mueve, sino por la dirección en que se mueve. Decían los antiguos: “magni passus sed extra viam” (grandes pasos, pero fuera de camino)… Cuando, el Papa Francisco ha trazado de manera tan clara un nuevo camino para la Iglesia, alguien nos tiene que ayudar para que podamos decir: “parvi passus, sed intra viam” (pequeños pasos, pero en la dirección adecuada)…

9. Como conocedor de los mensajes del Papa Francisco en relación con la espiritualidad, ¿cuál es la importancia que le da el Santo Padre a este tema y por qué?
Al Papa Francisco no se le puede entender sin una fuerte espiritualidad de la imitación de Jesús. Y es la espiritualidad que él mismo recomienda a los sacerdotes: “ponte en el lugar de Jesús”… “¿qué haría Jesús en esta situación, frente a esta persona, este acontecimiento, esta comunidad?”: tener “la mente de Cristo”, el corazón de Cristo, las manos de Cristo, la acogida de Cristo… Que la gente nos perciba como “al Jesús que pasa”… Espiritualmente el Papa es muy exigente. Él sabe muy bien que sin el Espíritu, no hay verdadera motivación para la vida cristiana, en general, y muy específicamente para la vida presbiteral. Pero, él cree en un Espíritu no enjaulado, sino libre. Y, por eso, su insistencia en las sorpresas del Espíritu. El Papa tiene muy claro que lo que él hace y enseña no es fruto de ninguna ideología, sino de una imitación de Jesús. Jesús es su única y exclusiva justificación… Su ideal de santidad es poder decir con Pablo: “vivo yo, pero no soy yo, es Cristo quien vive en mí” (Gal 2,10).
Este arraigo en Jesús es la piedra angular de la reforma “franciscana”. Lo que desubica a tanta gente es que ese Jesús es el sencillo Jesús del Evangelio y su proyecto del Reino. La vuelta a Jesús, a la sencillez y frescura del Evangelio, a la originalidad de su mensaje, al núcleo de su anuncio ha dado como fruto la Exhortación “Gautede et Exultate” “sobre el llamado a la santidad en el mundo de hoy”. El Papa sabe que estamos en una situación cultural en la que también Jesús tendría que ir contracorriente. La espiritualidad que propone el Papa es fuertemente espiritual, pero no espiritualista; es densa, pero no es complicada; es firme, pero no es rigorista; es perfecta, pero no perfeccionista; es sublime, pero no es inhumana; es heroica, pero deja de ser ordinaria; es celeste, pero profundamente encarnada. Quien, por hacerlo más cercano, quisiera quitar al Papa Francisco la dimensión espiritual, estaría quitándole el impulso más fuerte de su cercanía. La suya es una cercanía con espíritu y, más aún, una cercanía con Espíritu. Sin este arraigo en el Espíritu, él mismo se consideraría como “un metal que resuena o unos platillos que aturden”. Lo que pasa es que dejar que el Espíritu actúe es estar dispuestos a que “Él haga nuevas todas las cosas”.

10. Finalmente, ¿cuál sería su mensaje a todos los responsables diocesanos de la formación espiritual del clero?
Le diría a cada uno en singular: “carpe diem”. Es un momento que hay que aprovechar. No podemos, hoy, entregarnos a la formación permanente e integral del clero (tampoco a la formación espiritual), “etsi Franciscus non daretur” (como si Francisco no existiera). Pare evitar ese peligro, PPC publicó el “Queridos sacerdotes”. Su presentación didáctica lo hace instrumento muy válido en sus manos para “agarrar el momento”. Es muy grande la responsabilidad de los encargados de formación permanente del clero. Es necesario no sólo leer, sino asimilar bien la Exhortación sobre el llamado a la santidad en el mundo actual, Gaudete et Exultate. No se puede desligar las formación espiritual de la formación humana, intelectual y pastoral. Son dimensiones de una única formación “en” el sacerdocio, tan abierta y configuradora que bien se le podría llamar no simplemente formación permanente, sino “conformación” permanente:  su finalidad es, en efecto, conformar la vida y ministerio del sacerdote con la vida y el ministerio de Jesús. Los responsables diocesanos de formación del clero son hermanos entre hermanos, pero son también hermanos “para” los hermanos. Decimos muchas veces que el púbico más duro para la formación somos los sacerdotes. Tenemos muy asumido el complejo de “maestros”. Y somos duros para “reformar lo deformado”: no por mala voluntad, sino porque la primera formación “nos hizo” y nos parece que nos hizo para siempre. Nos debemos recordar todos la frase de San Agustín que al “con vosotros soy cristiano, para vosotros soy obispo”, añadía, “para vosotros soy maestro, con vosotros soy condiscípulo”.
Ánimo a todos y un abrazo desde Guatemala
                                                     P. Pedro Jaramillo Rivas


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