Pbro. Eloy Díaz Mera /Redes Sociales
Muy coherente suena el escrito enviado con la supuesta firma
de sacerdotes al Nuncio Apostólico, con la finalidad de posponer o evitar la
constitución de nuevas diócesis por iniciativa del nuevo Arzobispo de México Carlos Aguiar. Pero
lamentablemente los hechos y los frutos no refrendan ni respaldan
suficientemente dichos argumentos. Como siempre, todo se queda en el papel y en
el idealismo poético pastoral de lo que muchos quisiéramos ser, pero que
sinceramente no lo somos.
La realidad es contundente y hará cruel pues, aún cuando nos
cueste admitirlo. Después de tantos
esfuerzos, de tantos planes, libros, asambleas etc. etc. que se realizaron con
el Sr. Cardenal Norberto, no hemos alcanzado los objetivos esperados y cada ves
tenemos menos fieles en los templos y creciente indiferencia y desconfianza de
las nuevas generaciones. ¿Por qué nos cuesta tanto trabajo reconocer que la
Grandiosa Arquidiócesis de México con un Arzobispo y Ocho Obispos auxiliares
(caso único en el mundo) ha llenado de hojas el árbol de la higuera, pero le
han faltado higos?
Las actitudes individualistas en la pastoral no sólo de
muchos presbíteros sino de no pocos auxiliares, ha dificultado una verdadera y
efectiva pastoral misionera y de conjunto, en sintonía con la nueva realidad de
una ciudad retante, “en acelerado y permanente cambió cultural”. Desde hace 25
años con el Cardenal Corripio y el
Sínodo diocesano nuestra ciudad ya no es la misma. ¿Cuanto tiempo más debemos
esperar para que cambiemos también nosotros y caminemos realmente en unidad
pastoral respondiendo adecuada y no sólo idealmente a una “Megaciudad” compleja
que ya se salió del alcance de nuestros valiosos pero limitados planes
pastorales?
Basta examinar el impacto real de nuestros templos en la
vida de la cuidad, además de tantos escándalos mediáticos que nos han
desprestigiado y el abandono de las nuevas generaciones, pues no necesitamos de
expertos para constatar “que por todo ello la ciudad nos queda grande”.
Por favor,
hermanos presbíteros, no vivimos en la cultura provincia de los abuelos en
donde las parroquias todavía se sienten el ombligo de la comunidad social,
vivimos en la enorme Ciudad de México, una de las más gigantes en población y
problemáticas en el mundo. Es importante que nos demos cuenta que el mundo ya
cambió, la cuidad ya cambió, la cristiandad terminó. Necesitamos achicar
espacios y trabajar de veras en comunión no sólo entre nosotros, sino con la
diversidad cultural que se nos impone.
Es evidente pensar que una Arquidiócesis con cuatro obispos en vez de nueve puede facilitar la
coordinación y la comunión pastoral efectiva. Yo doy mi voto de confianza a las
intenciones de la nueva estructuración de las diócesis con la esperanza de que:
“a grandes retos, grandes oportunidades”;
Ánimo Cardenal Aguiar, si Dios lo envío por aquí, estamos
con usted. Y sabemos que apoyarlo significa también secundar los designios
divinos para esta gran Arquidiócesis. Lamentamos que muchos piensen que
apoyarlo a usted es estar en contra de todo lo realizado y alcanzado por su
antecesor; por el contrario, lo valoramos, le agradecemos y lo reconocemos por
su entrega y esfuerzo pastoral; pero hoy por hoy se trata de empujar con más
fuerza una renovación urgente en nuestra Iglesia diocesana inserta en esta
desafiante ciudad.
Muchos apoyamos su iniciativa y tenemos esperanza en que los
nuevos cambios ayudarán a conectarnos más y mejor con nuestros fieles, y con
todos aquellos que van quedando fuera de nuestro influjo evangelizador.
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