Me llena de esperanza advertir el gran potencial y los retos
que tenemos en la Arquidiócesis de México, tras haber visitado las 8 Vicarías
Episcopales, haber dialogado con cientos de personas, y haberme adentrado en la
realidad socio-eclesial, en el conocimiento de los procesos pastorales y de las
estructuras de servicio, y especialmente de haberme acercado a un gran número
de los agentes de pastoral.
Ahora les comparto algunas primeras reflexiones, fruto de
dichas visitas.
La Arquidiócesis Primada coincide territorialmente con la
Ciudad de México, y está rodeada de una gigantesca población que interacciona
con la Ciudad, formando en el Valle de México una de las zonas de concentración
urbana más grandes del mundo. Existe una enorme riqueza pluricultural, donde se
descubre la presencia de lo urbano con lo rural y sus franjas intermedias, en
una interesante y desfiante convivencia social.
Ejemplos de esta realidad sociocultural son las colonias que
se extienden sobre barrancas y colinas, los llamados pueblos mágicos que poseen
una rica historia, las zonas de fábricas, bodegas y grandes mercados, las
colonias donde abundan los multifamiliares y edificios, las áreas cercanas a
prestigiadas Universidades, las viviendas y colonias marginadas, y otras zonas
residenciales de medio y alto nivel económico, tanto de connacionales como
provenientes de otros países.
En todos estos casos hay elementos comunes y aspectos muy
particulares como las islas culturales existentes de comunidades indígenas
Mazahuas y Triquis que habitan en el mismo Centro Histórico de la Ciudad.
El constante crecimiento demográfico y la intensa movilidad
humana al interno de la Ciudad, como hacia el interior del País, y hacia otros
Países del Mundo le han dado a la Ciudad un ambiente polifacético y
multicultural muy propio de las Grandes Metrópolis de nuestro tiempo. Este
contexto presenta a la feligresía tradicional católica una gran desafío en su
manera de realizar la misión y en su proceso evangelizador.
Mientras se ha vivido en un preponderante ambiente católico,
ha sido suficiente que cada uno cumpliera su concreta labor con ardor, pasión y
responsabilidad; y con ello se garantizara, en buena medida, la transmisión de
la fe. Sin embargo, este nuevo contexto que va creciendo especialmente con
fuerte influencia en la nuevas generaciones y en los círculos académicos,
profesionales y culturales, plantea la necesidad de revisar nuestro actuar,
nuestras estructuras y estrategias, y nuestra mentalidad, para buscar una
capacidad real de propiciar se mantengan los valores del Reino de Dios en los
nuevos contextos socio-culturales.
Especialmente neurálgico es lograr la comunión operativa que
fortalezca nuestras distintas acciones mediante un Plan Diocesano de Pastoral y
una coordinación de nivel diocesano, que articule los programas de las
distintas Vicarías Episcopales, Instituciones educativas católicas, carismas y
obras de la Instituciones de Vida Consagrada, y de los Movimientos Apostólicos.
Las Unidades Pastorales son una propuesta canónica eficaz
para renovar la vida y la misión de las Parroquias Urbanas. Propician la ayuda
recíproca entre los Presbíteros y con los agentes de Pastoral, ya que facilita
el acompañamiento sacerdotal en los procesos pastorales, evitando la duplicidad
de esfuerzos y aligerando las cargas de los sacerdotes, al compartir de manera
parcial o total los recursos estructurales, humanos y económicos, al tiempo que
se fomenta una experiencia de Iglesia de comunión, entre los fieles de las
distintas parroquias.
Estoy convencido de las Palabras de San Juan Pablo II, que
de manera profética afirmó en el No. 43 de la Carta Apostólica NOVO MILLENNIO
INEUNTE: Hacer de la Iglesia la casa y la escuela de la comunión: éste es el
gran desafío que tenemos ante nosotros en el milenio que comienza, si queremos
ser fieles al designio de Dios y responder también a las profundas esperanzas
del mundo.
Y más adelante advirtió: Antes de programar iniciativas
concretas, hace falta promover una espiritualidad de la comunión, proponiéndola
como principio educativo en todos los lugares donde se forma al hombre y al
cristiano, donde se educan los ministros del altar, las personas consagradas y
los agentes pastorales, donde se construyen las familias y las comunidades.
Estoy convencido, que si movidos por la espiritualidad de la
comunión, ponemos en común las potencialidades y fortalezas que tiene la
Arquidiócesis de México, podremos influir eficazmente en el ser de la sociedad,
para que sean los valores del Evangelio su sustento y su experiencia de vida.
Así nuestra Ciudad será el espacio fraterno y solidario que anhelamos.
Confío en la ayuda de nuestra Madre, María de Guadalupe, y
con la generosa participación de los que formamos esta Iglesia Particular,
lograremos hacer presente el Reino de Dios entre nosotros.
+Carlos Cardenal Aguiar Retes
Arzobispo Primado de México
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