Queridos hermanos y hermanas de la Iglesia que peregrina en
México:
1. Participar en la vida cívica y política de nuestras
comunidades es una obligación ciudadana y cristiana que no podemos ni debemos
obviar. Sólo participando podemos transformar positivamente nuestra nación, en
fidelidad a sus orígenes y a su destino histórico.
Durante el presente año se realizarán elecciones en las que
se renovarán más de 3 mil cargos públicos en 30 entidades federativas,
incluyendo al Presidente de la República, a los Senadores, a los Diputados
federales, a 9 gobernadores, a más de 1000 alcaldes y una parte importante de
los diputados locales. Sin embargo, lo más relevante es que cerca de 90
millones de mexicanos, mayores de 18 años, podremos emitir nuestro voto de
manera libre y secreta.
A continuación deseamos compartirles algunos elementos que
ayuden al discernimiento personal y comunitario que cada fiel cristiano está
llamado a hacer para cumplir con la obligación moral de elegir a sus
gobernantes y legisladores.
2. En la actualidad, como en otros momentos debemos recordar
que “en las situaciones concretas, y teniendo siempre en cuenta la solidaridad
que nos es debida, es necesario reconocer una legítima variedad de opciones
[políticas] posibles. Una misma fe cristiana puede conducir a compromisos
diferentes.” (Cfr. Paulo VI, Octogesima Adveniens, 50). Esto quiere decir que
la fe cristiana trasciende las propuestas políticas concretas y deja en
libertad a los fieles, para que elijan en conciencia de acuerdo a los
principios y valores que han descubierto en la experiencia de la fe.
Jesucristo, núcleo central de nuestra fe, nos revela
verdades fundamentales que también son accesibles a la razón humana y que
ayudan a que la vida de todos sea más digna y libre: el respeto que merecen las
personas desde el momento de la fecundación y hasta la muerte natural; la
importancia del matrimonio heterosexual y monogámico; la vigencia de la más
plena libertad para vivir de manera individual y asociada de acuerdo a nuestras
opciones en conciencia en materia religiosa; la centralidad ética y social que
poseen los más pobres y excluídos de nuestras sociedades, etcétera.
3. En el escenario concreto que vivimos, cuando los valores
fundamentales palidecen, es preciso hacer el esfuerzo de un discernimiento
crítico que nos permita optar en conciencia por quienes puedan realizar en lo
posible el auténtico bien común. Por lo que exhortamos, a todos los cristianos
y personas de buena voluntad, a:
Participar cívicamente: entre más ciudadanos participen
organizadamente en las elecciones, más posibilidades habrá de que nuestra
sociedad madure y sea corresponsable en la gestión del bien común. Todos
debemos alentar la participación.
Orar en familia y en comunidad: para que la próxima jornada
electoral se realice, en paz y armonía, y sea al mismo tiempo, una gran ocasión
para que desde la fe todos podamos mostrar nuestro compromiso con México, es
decir, con el pueblo real, que hoy se encuentra, en diversas regiones y en
difíciles circunstancias, sufriendo.
Buscar el “bien posible”: hay que evitar a toda costa elegir
en base al “mal menor”. En la enseñanza de la Iglesia el mal moral no puede ser
elegido nunca ni como fin ni como medio. El principio del “mal menor” sólo
aplica cuando los males en juego son de orden físico, no moral. En contextos
complejos e imperfectos lo que debe imperar es la búsqueda del “bien posible”
que aunque sea modesto, todos estamos obligados a procurar. En un proceso
electoral como el que tendremos, esto significa que la conciencia cristiana
debe discernir cual de las opciones puede generar un poco más de bien, tomando
en cuenta la complejidad de las circunstancias. Hacer el “bien posible”
significa impulsar lo que aporte al bien común, a la paz, a la seguridad, a la
justicia, al respeto a los derechos humanos, al desarrollo humano integral y a
la solidaridad real con los más pobres y excluidos.
Elegir a las personas: en todos los partidos podemos
encontrar personas más o menos comprometidas con el bien común. Por ello, es
necesario discernir por quién votar. Lo prudente y responsable es buscar para cada puesto de
elección popular a la persona más idónea y no dejarnos manipular para que
votemos en bloque por un solo tipo de propuesta, de manera irreflexiva y mucho
menos bajo alguna modalidad de “compra de voto”. Entre más libertad exista al
momento de elegir, más capacidad tendremos al momento de exigir.
El México que queremos es posible: y requiere
fundamentalmente de un gobierno que trabaje con honestidad y eficacia; pero
también, de ciudadanos participativos que den seguimiento a los procesos de
Justicia, Fraternidad y Paz. El voto de los mexicanos, debe producir
Gobernantes y autoridades responsables; y generar una opinión cívica crítica.
Pues en el ejercicio ordinario de los funcionarios, nuestro voto exige el sano
control sobre nuestros políticos: en su remuneración y gratificaciones, en los
gastos de partidos y publicidad, en los proyectos y obras públicas, en el
control de la corrupción, la ilegalidad y la eliminación de arbitrariedades.
4. Sólo la presencia participativa, de manera constante y
solidaria en la vida de nuestro país, destierra gradualmente la violencia, la
corrupción, la impunidad y el compadrazgo. Es tiempo de que los católicos,
acompañados de todos los hombres y mujeres de buena voluntad, trabajemos
comprometidamente por un México más próspero y pacífico, más solidario y
participativo, más atento al rostro de los más pobres y menos cómplice de
quienes los olvidan, los manipulan o los marginan.
5. Santa María de Guadalupe, Madre del verdadero Dios por
quien se vive y Patrona de nuestra libertad, interceda por nosotros, para que
trabajemos sin desfallecer por la unidad y soberanía de nuestro pueblo; por la
promoción y defensa de nuestras comunidades y familias; y por reintegrar en su
dignidad a todos aquellos, hermanos nuestros que hayan sufrido alguna vejación,
discriminación o inequidad. Que Ella preserve la paz en nuestra Patria, nos dé
buenos gobernantes y nos permita descubrir los caminos de justicia,
reconciliación y esperanza por los que como sociedad debemos transitar desde el
momento presente.
Por los obispos mexicanos.
Ciudad de México, a 19 de marzo de 2018.
+ Card. José Francisco Robles Ortega
Arzobispo de Guadalajara
Presidente de la CEM
+ Mons. Alfonso Miranda Guardiola
Obispo Auxiliar de Monterrey
Secretario General de la CEM
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