Jean Meyer / El Universal

Los presbiterianos empezaron a ordenar mujeres en los años
1950 y los luteranos los imitaron en los setenta. La primera mujer ordenada
como rabino en EU lo fue en 1972; en 1976 la Iglesia Episcopaliana de EU
decidió, por votación, aceptar la ordenación sacerdotal de las mujeres; en 1992
hicieron lo mismo las Iglesias anglicanas de Sudáfrica y de Inglaterra. Hoy en
día, las Iglesias aquellas tienen mujeres obispas: en 1989 Barbara Harris fue
consagrada como la primera mujer obispo de la Iglesia Episcopaliana. Las Iglesias
católicas y ortodoxas mantienen, hasta la fecha, la posición definida en el
siglo V: el sacerdocio no compete a las mujeres, porque Jesucristo fue el
primer sacerdote y Jesús era varón.
Usos y costumbres son respetables y, mientras se mantienen
fuertemente arraigados, son difíciles de cambiar. El celibato sacerdotal en la
Iglesia católica latina (no la greco-católica) releva de dicha categoría, y el
monopolio masculino del sacerdocio, también. Sin embargo, en el marco de la
lucha por la igualdad, los argumentos de los historiadores, no escuchados hasta
hoy, empiezan a encontrar un eco. Han demostrado con evidencias convincentes
que las mujeres ejercieron la autoridad religiosa en las comunidades judías, y
el sacerdocio en las comunidades cristianas durante mucho tiempo. Giorgio
Otranto, historiador italiano de la Iglesia, lo demuestra mediante cartas de
los Papas e inscripciones. Historiadores estadounidenses han acumulado pruebas
que mujeres funcionaron como diaconesas y sacerdotes durante los primeros diez
siglos de nuestra era.
Las Iglesias católica y ortodoxa mantienen su posición: no
se trata de disminuir a la mujer, su exclusión del sacerdocio se justifica
porque el cuerpo femenino no guarda semejanza con el cuerpo masculino de
Cristo. Punto. ¿Punto final? Para las Iglesias protestantes no fue fácil abrir
el sacerdocio a la mujer, las discusiones fueron apasionadas y, en muchos
casos, las votaciones a favor han ganado por diferencias mínimas. El día que se
abra el debate en la Iglesia se puede esperar agrias controversias porque son
múltiples las cuestiones teológicas o no sobre la naturaleza de la mujer, la
sexualidad y lo sagrado. Incluso, debates sobre el género de Dios… La ideología
de género que considera a la mujer como inferior al hombre tiene raíces muy
antiguas y ha manifestado gran resistencia. ¿Qué podrán decir de la mujer —en
relación con el sacerdocio— comisiones y concilios de puros varones? La mujer
objeto de deseo, y víctima potencial del deseo; la mujer tentadora que hace del
hombre su víctima, etcétera. Ya los oigo.
En julio de 1790, el francés Condorcet preguntaba: “Sería
muy difícil probar que las mujeres son incapaces de ejercer los derechos
cívicos. ¿Por qué, seres expuestos al embarazo, a indisposiciones pasajeras, no
podrían ejercer unos derechos de los cuales nadie imaginó privar a la gente que
se resfría fácilmente?”. En la Declaración de los derechos de la mujer y de la
ciudadana, Olympe de Gouges proclamaba que “la mujer nace libre e igual al
hombre en derechos”. (1791). Sin embargo…
No pretendo meterme con los teólogos, pero me parece que su
discurso se funda sólo en el tercer capítulo de Génesis, olvidando la creación
del hombre (en el sentido de ser humano) total indiferenciado, que contiene
toda la masculinidad y toda la feminidad, cuya madurez exigió la separación de
las dos entidades en el nacimiento de Eva.
Post scriptum: hace dos meses que no hay vacunas contra la
hepatitis B en la Ciudad de México. Nunca hubo en el centro de salud de mi
delegación y se acabaron las existencias en los hospitales.
Investigador del CIDE
jean.meyer@cide.edu
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