martes, 22 de mayo de 2018

¿Sacerdocio femenino?


Jean Meyer / El Universal

Minutos antes de morir, en su última confesión, Domingo de Guzmán, fundador de la orden de los predicadores, que no tardaría en ser canonizado, dijo: “Me acuso de haber siempre preferido la conversación de las personas ancianas a la de las jóvenes mujeres”. Estimada lectora, apreciado lector, puede que me digan que eso no tiene nada que ver con el tema, pero, a veces, el razonamiento de uno sigue caminos extraños, y como el ministerio de la mujer en la Iglesia no es un asunto sencillo, me ha tocado vagabundear a lo largo de, por lo menos, dieciséis siglos de discusiones, con largas interrupciones. No dudo que el tema vuelva a surgir pronto, con intensidad.
Los presbiterianos empezaron a ordenar mujeres en los años 1950 y los luteranos los imitaron en los setenta. La primera mujer ordenada como rabino en EU lo fue en 1972; en 1976 la Iglesia Episcopaliana de EU decidió, por votación, aceptar la ordenación sacerdotal de las mujeres; en 1992 hicieron lo mismo las Iglesias anglicanas de Sudáfrica y de Inglaterra. Hoy en día, las Iglesias aquellas tienen mujeres obispas: en 1989 Barbara Harris fue consagrada como la primera mujer obispo de la Iglesia Episcopaliana. Las Iglesias católicas y ortodoxas mantienen, hasta la fecha, la posición definida en el siglo V: el sacerdocio no compete a las mujeres, porque Jesucristo fue el primer sacerdote y Jesús era varón.
Usos y costumbres son respetables y, mientras se mantienen fuertemente arraigados, son difíciles de cambiar. El celibato sacerdotal en la Iglesia católica latina (no la greco-católica) releva de dicha categoría, y el monopolio masculino del sacerdocio, también. Sin embargo, en el marco de la lucha por la igualdad, los argumentos de los historiadores, no escuchados hasta hoy, empiezan a encontrar un eco. Han demostrado con evidencias convincentes que las mujeres ejercieron la autoridad religiosa en las comunidades judías, y el sacerdocio en las comunidades cristianas durante mucho tiempo. Giorgio Otranto, historiador italiano de la Iglesia, lo demuestra mediante cartas de los Papas e inscripciones. Historiadores estadounidenses han acumulado pruebas que mujeres funcionaron como diaconesas y sacerdotes durante los primeros diez siglos de nuestra era.
Las Iglesias católica y ortodoxa mantienen su posición: no se trata de disminuir a la mujer, su exclusión del sacerdocio se justifica porque el cuerpo femenino no guarda semejanza con el cuerpo masculino de Cristo. Punto. ¿Punto final? Para las Iglesias protestantes no fue fácil abrir el sacerdocio a la mujer, las discusiones fueron apasionadas y, en muchos casos, las votaciones a favor han ganado por diferencias mínimas. El día que se abra el debate en la Iglesia se puede esperar agrias controversias porque son múltiples las cuestiones teológicas o no sobre la naturaleza de la mujer, la sexualidad y lo sagrado. Incluso, debates sobre el género de Dios… La ideología de género que considera a la mujer como inferior al hombre tiene raíces muy antiguas y ha manifestado gran resistencia. ¿Qué podrán decir de la mujer —en relación con el sacerdocio— comisiones y concilios de puros varones? La mujer objeto de deseo, y víctima potencial del deseo; la mujer tentadora que hace del hombre su víctima, etcétera. Ya los oigo.
En julio de 1790, el francés Condorcet preguntaba: “Sería muy difícil probar que las mujeres son incapaces de ejercer los derechos cívicos. ¿Por qué, seres expuestos al embarazo, a indisposiciones pasajeras, no podrían ejercer unos derechos de los cuales nadie imaginó privar a la gente que se resfría fácilmente?”. En la Declaración de los derechos de la mujer y de la ciudadana, Olympe de Gouges proclamaba que “la mujer nace libre e igual al hombre en derechos”. (1791). Sin embargo…
No pretendo meterme con los teólogos, pero me parece que su discurso se funda sólo en el tercer capítulo de Génesis, olvidando la creación del hombre (en el sentido de ser humano) total indiferenciado, que contiene toda la masculinidad y toda la feminidad, cuya madurez exigió la separación de las dos entidades en el nacimiento de Eva.
Post scriptum: hace dos meses que no hay vacunas contra la hepatitis B en la Ciudad de México. Nunca hubo en el centro de salud de mi delegación y se acabaron las existencias en los hospitales.

Investigador del CIDE
jean.meyer@cide.edu



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